"Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de un equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre solo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies" Sylvia Plath
domingo, 29 de septiembre de 2013
La higuera
"Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de un equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre solo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies" Sylvia Plath
domingo, 8 de septiembre de 2013
Un héroe de cuento
Tito era un niño alto, de mirada soñadora y paso firme al contar las baldosas de la acera. Sin embargo muchas veces una incipiente timidez le
atrapaba en sus garras sin dejarlo escapar por mucho que se esforzara.
Un día, durante el recreo, se juntó con
unos compañeros de clase para comerse el almuerzo que su madre, con mucho mimo,
le había puesto en la bolsa que ella misma le cosió antes de empezar el curso.
Uno de los chicos dijo que él de mayor
quería ser contable como su padre y que éste ya le estaba enseñando cómo se
hacen las cosas cuando eres un buen profesional de los números. Sus gestos y
sus palabras emanaban orgullo hacia su padre y su futuro.
Tras él, el resto de niños enumeraron las
profesiones que tenían pensadas para cuando se hicieran mayores: piloto,
médico, astronauta, veterinario, abogado,.... Tito se puso muy nervioso cuando
tocó el turno de su respuesta; en cuestión de segundos se ruborizó de tal
manera que tuvo que fingir un ataque de tos. No se atrevía a decir la verdad,
seguramente sus compañeros no la aceptarían, o al menos eso era lo que había
previsto.
Esa misma noche, después de meterse en la
cama, tomó una decisión: les diría a todos, hasta a sus padres, lo que quería
ser de mayor. Para estar lo bastante preparado, se puso frente al espejo de su
habitación y con orgullo ensayó:
- ¡Pues yo de mayor quiero ser un héroe de
cuento!
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