La vi desde la barra. No me reconoció ni hice nada para que así fuera.
Había cambiado, ni a mejor ni a peor, simplemente estaba distinta. No podía
creer que la volvería a ver después de tanto tiempo y sin embargo allí estaba,
a miles de kilómetros del lugar donde celebramos nuestra última reunión.
Aquella vez acudimos la mayoría y muchos decidimos tirar la toalla, dejarlo
correr porque nuestros sueños nunca se harían realidad, el mundo nunca se
alinearía con nuestros pensamientos. Ella nunca lo dejó. O tal vez sí.
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