Tras haber sido condenado a muerte, Sócrates
se pasó la última noche de su vida aprendiendo a tocar una complicada melodía
con su flauta. Sus amigos, que estaban desolados, le preguntaron para qué
perdía el tiempo en eso. “¿Para qué va a ser?”, contestó: “¡Para aprenderla
antes de morir!”.
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